El otro día acudí a un concierto
de cuarteto de saxos que interpretaba obras del repertorio clásico, algún tango,
y obras bien conocidas como la aterciopelada melodía del oboe de la película la
misión. Como llegué un cuarto de hora antes del inicio, di un paseo por los
alrededores. Al caminar por la acera, me chocó el ver dos figuras, una de ellas
alta, con un móvil en la mano hablando airadamente mientras la otra pequeña,
permanecía inmóvil como si no fuera con él lo que a los demás nos llamaba la
atención. Sin embargo, y conforme me iba acercando, veía las caras de estupor
de los demás viandantes al pasar junto a ellos, incluso una niña se llevó la
mano a la boca con horror ante la impresión de lo que acaba de ver. La cara
quemada, la piel cuarteada del pequeño, su andrajoso aspecto que hacía que se te
congelara el aliento, obligándote a
desviar la vista, contrastaba con la indiferencia del sujeto que
continuaba despreocupado con su conversación ante la estupefacción de la gente
y el desgraciado individuo que hierático disponía su mirada hacia el oscuro
infinito. Ahora me tocaba a mí,
estremecido mirar a ambos.... Steve
Gibson es un artista afincado en Zaragoza que con inimitable genialidad esculpe
visiones apocalípticas del ser humano, mediante las texturas y capas, que una
sobre otra forman algo parecido al terror cotidiano que nos rodea, y que
invisible pasea a nuestro lado sin llamarnos la atención. Búscalo en google (Steve Gibson escultor)
Texto cautivador de principio a fin.
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